Cuando hablas con otras personas, transmites lo que piensas y lo que sientes.
Muchas veces, el cómo dices las cosas es igual de importante que lo que estás diciendo, y a veces, incluso más. ¿Por qué? Porque en los procesos de comunicación el mensaje está compuesto por una parte consciente y otra inconsciente. Es decir, cuando emites un mensaje, cuando dices algo a alguien, no sólo transmites información a la otra parte con tus palabras, sino también con el tono que utilizas, con la velocidad a la que hablas, con el ritmo y la entonación, con la emoción que pones en el mensaje y con los gestos que tu cuerpo emplea. Tu cuerpo también habla, aunque no te des cuenta.
Es más, si lo que estás diciendo entra en conflicto con la forma en la que lo dices (si se te ve nervioso o inseguro, por ejemplo), la otra persona siempre creerá a la parte no verbal del mensaje, por lo que tú le estás contando quedará en un segundo plano, por lo que, de forma inconsciente, si estás intentando ocultar una parte del mensaje, esta acaba saliendo a la luz.
Si tienes una actitud negativa hacia algo, llegará a los demás. Este tema se vuelve especialmente delicado en la caída del cabello. Si te sientes afectado por ello, y tu actitud es pesimista, transmitirás con tu lenguaje no verbal inseguridad y desolación, por lo que, aunque estés contando algo verdaderamente interesante, tu interlocutor se va a quedar con tu inseguridad. ¡Pero tranquilo! Existen varias soluciones a este problema:
El primero, se trata de un cambio de dentro a fuera. Es decir, cuidar la actitud interior para poder transmitirla hacia fuera. Si te hablas a ti mismo con optimismo sobre las cosas que quieres conseguir y con condescendencia con respecto a las cosas que no te gustan, esto será lo que transmita tu cuerpo a los demás, por lo que decíamos antes de que tus sentimientos se proyectan. Si tú mismo te sientes seguro, los demás serán capaces de verlo, e inconscientemente estarán más abiertos a recibir el mensaje que les quieres transmitir.
El segundo, de fuera a dentro. También se puede generar cambio de actitud cambiando tu cuerpo, es decir, corrigiendo tu postura. La postura que tiene tu cuerpo manda señales a tu cerebro de la actitud que tú tienes ante eso que te está ocurriendo. Si corriges tu postura, corriges tu actitud. Es un movimiento muy sencillo, y además, muy eficaz.
Por ejemplo, ante la cual te sientas inseguro/a, es probable que tu cuerpo esté encogido, con los hombros caídos, y la espalda encorvada. Hay personas que sin darse cuenta mueven su pierna con rapidez, como en forma de tintineo. Esto las delata. Entonces, cuando quieras controlar lo que transmites, corrige tu postura. Arma los hombros, pon recta la espalda, no te sientes con el trasero caído, ponte bien sentado en la silla, con el cuerpo recto y la cabeza alta. Con esta postura liberarás el canal de la respiración, que es un regulador emocional muy potente. Pisa con los dos pies en el suelo. Esto te dará fuerza. Con esta postura parecerás más grande. Tu parte inconsciente te verá a ti mismo más grande, y transmitirás más confianza a las personas que tienes delante.
Hay cientos de trucos que pueden hacer que tu mensaje llegue con seguridad a tu interlocutor, pero claro, por supuesto tienes que tener en cuenta que, si verdaderamente estás seguro de ti mismo, podrás comunicarte con más fluidez. ¿Qué te parece trabajar esa autoestima?
Esther Gómez
Psicóloga y directora del centro Psicoarganzuela.
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